PERSISTENCIA es la palabra que más retumbó en cada esquina del Dolby Theatre en los Ángeles hace unos días en la entrega de los Oscar. Michelle Yeoh (60 años), Jamie Lee Curtis (64 años), Brendan Fraser (54 años) y Ke Huy Quan (51 años) fueron los ganadores en las categorías interpretativas.
Estos cuatros artistas han vivido en primera persona los efectos más negativos de hacerse mayor. En el caso de las actrices, Michelle y Jamie Lee, hablamos de dos mujeres con carreras exitosas y en la primera línea a las que el reconocimiento en forma de estatuilla dorada les ha llegado casi en edad de jubilación en España.
Situación diferente, aunque no por ello más reconfortante, es la que han sufrido George de la Jungla y Tapón, sus personajes más icónicos. Ambos actores disfrutaron de las mieles del éxito muy jóvenes, pero con la misma fuerza fulgurante de subida al Olimpo del blockbuster fue la hostia de la caída a la más remota de las tinieblas. Ambos han necesitado una travesía en el desierto de años, lustros e incluso décadas para volver a ser parte del star-system.
Nadie es impermeable al paso del tiempo
Ni en el Hall of Fame de Hollywood, ni en ostentosos rascacielos financieros ni en una pyme que declara suspensión de pagos. En todos lados hay historias de personas que chocaron con la realidad que supone cumplir años, afectados del edadismo y de los sesgos que aún inundan muchos informes de entrevista con frases del tipo “demasiada experiencia para el puesto o probable dificultad para integrarse en el grupo” y asunciones que dan por sentado que las personas con más edad pueden ser más incompetentes o menos productivas.
Parte de la filosofía de Magenta People se sustenta en luchar contra este tipo de estereotipos. Por eso mismo, hace unos meses decidimos lanzar nuestra primera iniciativa de apoyo a personas diversas. Y las llamamos diversas porque diversas son las razones para explicar que tengan mayores dificultades para encontrar empleo o reiniciar una carrera truncada bruscamente.
La idea era ofrecer de manera gratuita un curso en el que aprendieran alguna tecnología con amplia demanda en el sector y Salesforce, CRM líder a nivel mundial, fue la elección final. Durante tres meses un grupo ecléctico de 30 personas tuvieron la oportunidad de aprender conceptos y skills relacionados con esta herramienta con futuro con el objetivo de aumentar sus probabilidades para encontrar empleo.
De esas 30 personas, alrededor de 10 de ellas acabaron el curso. Y, casualidades del destino (o no), la mayoría son mujeres y mayores de 50 años. Hace unos días entregamos los diplomas que certifican su logro y tuvimos la oportunidad de conocer a muchas de ellas en persona (el curso no fue presencial, sino online).
Hablamos largo y tendido sobre sus sueños y sus perspectivas de futuro, que no distan mucho de las que puede tener un recién titulado que busca su primer empleo. Algunas de las alumnas eran curiosas y querían seguir certificándose y conociendo más en detalle Salesforce, otras ya tienen experiencia liderando equipos en otros sectores, también había inmigrantes que habían cimentado un gran bagaje profesional en su país y que ahora tienen que arrancar en España prácticamente desde cero e incluso pude percibir el miedo y las inseguridades en varias de ellas. Sensaciones lógicas que todo impostor, y más en este sector, ha vivido alguna vez.
Vivimos tiempos de cambio, paulatinamente las mujeres van tomando mayor protagonismo en la toma de decisiones y la integración de perfiles neurodiversos o con discapacidades físicas o psicológicas empieza a estar más presentes en las políticas de recursos humanos de las empresas.
¿Y qué pasa con los perfiles seniors?
Se antoja como una obligación no dejar atrás a todas aquellas personas mayores de 50 años que en muchos casos se enfrentan al abismo social que supone buscar empleo. Es paradójico que las empresas busquen con mayor ahínco el talento joven con la idea de que pueda tener un impacto positivo en la empresa en el medio o largo plazo cuando hay estudios como el de Gartner sobre la permanencia en el puesto de trabajo refleja que los menores de 30 años tienen 2,5 veces menos probabilidades de mantenerse en su puesto actual que los mayores de 50.
También hay otro estudio de Randstad del año 2019 que destacaba la edad como un componente muy determinante en los trabajadores que cambian de trabajo siendo los profesionales menores de 25 años son los que más han cambiado de trabajo en los últimos seis meses, en concreto un 59,4%; seguidos de los empleados de entre 25 y 44 años (33,5%), mientras que los mayores de 45 fueron los más conservadores (16,4%).
Persistencia, perseverancia, aguante, tenacidad… Llamémosle como queramos, pero si no empezamos a introducir en las agendas de los consejos de administración lo necesario de contar con la valía de estos perfiles en un mercado de trabajo cada vez más heterogéneo, todo esto será como aquellos discursos cargados de buenismo, aunque en muchos casos vacíos, que se lanzan en ceremonias como las de los Oscar… Un brindis al sol.